Ay metáfora,
cuando uno te descubre
husmeando en la noche,
de puntas de pie,
insomne,
haciendo de las tuyas.
Cambias soles por damascos,
incendias el cielo
con rojos de témpera.
Inquieta, todo lo trastocas,
hasta una taza de té
olvidada
reclama al otro día,
en mi cuaderno,
el derecho de ser la catedral
con que una hormiga peregrina
sueña.
Ay metáfora,
hiciste de la nariz
un breve subibaja.
Ay metáfora,
montada en tu ilusión
cabalgamos por la lengua,
palabras van
palabras vienen (mienten),
y el azul se vuelve serio,
el blanco fatiga los cielos,
el amarillo enloquece,
el rojo escandaliza como la sangre,
y el verde me serena.
Ay señora mía,
¡si todo fuera tan gramático! |


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